domingo, junio 10, 2007

París no es sólo un escenario: París je'taime


Paris, je t’aime es 18 cortometrajes. Un verdadero reto a los reseñistas que, salvando las dificultades de hablar de cada uno de los mini filmes, bien podrían decir: irregular, fragmentaria y con todos los matices del amor, Paris, je t’aime tendrá algo para complacer al espectador. Y es que es imposible que uno no encuentre en este catálogo de microhistorias la suya. Incluso es obligado hacer la lista de las mejores y de las peores. Y eso hicimos Vanya y yo cuando salimos del cine. Yo un poco atolondrada y él pensando que me había dado un ataque de locura (nunca he podido evitar el efecto que la sala cinematográfica provoca en mí: necesito silencio hasta poder integrarme de nuevo a ese otro espacio que nos impone la luz).
De mi selección que serán no más de cinco o seis cortos de Paris, je t’aime me gustaría rescatar "14th arrondissement" dirigida por Alexander Payne (director también de Sideways, 2004, esa pequeña historia de un catador de vinos de California interpretado por el actor, casi siempre secundario, Paul Giamatti). “14th arrondissement” es la historia de una gorda mujer norteamericana de mediana edad, empleada de correos, de vacaciones en París. Ella va relatando o leyendo una carta en voz en off de su viaje con el tono que esperamos de un gringo inculto de clase media arrojado al mundo exquisito de París. Aquí no hay choques culturales, porque para bien o para mal, el imperio decadente de Norteamérica se siente a sus anchas en París. Ni hamburguesas ni cocacolas le serán escatimadas a esta pobre mujer que intenta imponer su forma de vida a una ciudad que se ha impuesto a muchas otras formas de vida. Pero, y esa es la razón por la cual “14th arrondissement” es uno de mis cortos favoritos, la mujer, sentada en un parque, experimenta la epifanía más necesaria: la vida. De pronto, describe que en ese momento siente algo que le provoca una mezcla de tristeza y alegría. La vida se le revela así a bocajarro. El rostro regordete de Margo Martindale (otra actriz secundaria, rescatada por Payne) ilustra la revelación de un modo que no tendría ningún reparo en llamar conmovedor. Porque así son las epifanías, diría Joyce, necesitan del agridulce sabor de las lágrimas apenas asomadas y de una alegría que no puede caber en el cuerpo. Por fin, por fin vivir.
Este momento que quizá no cambie sustancialmente la vida de una empleada de correos rolliza y sin muchas expectativas se lo ha regalado París. Y por eso creo que es la más fiel al título que aglutina las 18 historias: Paris, je t’aime.