domingo, agosto 13, 2006

Títulos afortunados


Este sábado Jano y yo tuvimos una mañana de acción. Teníamos muchos planes, entre ellos ir con una querida amiga y su hijo de cinco años a pasear. Antes de emprender la aventura, la acompañamos a casa de su padre, Nayo, en San Ángel. Hacía años que no veía a Nayo, un pintor que ha escapado a las mafías y los corrillos intelectuales, y que mantiene su espíritu burlón a pesar de los años y los sinsabores. Ahí estuvimos más de lo planeado y salimos rumbo a Cuicuilco, con la lluvia pisándonos los talones. Lo que iba a ser un paseo campestre terminó siendo una comida deliciosa en un restaurante argentino, donde las primeras gotas amenazaban con caer. Jano y yo disfrutamos de la comida y de la conversación de Cloe. Comer en buena compañía es una delicia y un buen espíritu se extendió al resto de la tarde ya en casa. Solitos y a buen resguardo vimos Le Chignon d’Olga (algo así como El moño de Olga) una película francesa de 2002, dirigida por Jérôme Bronell. El título no dice absolutamente nada de la película, que fue traducida en México como La sensualidad de Olga, otro despiste para el espectador. En realidad se trata de una película que tiene poco que ver con la sensualidad y con Olga. Un padre (un escritor), su hija y su hijo (un pianista) viven el duelo de la madre, de la que poco se cuenta. Cada uno ha renunciado a lo que hacían antes de la pérdida. La historia se centra en Julien, el hijo,

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